La economía de China creció un 4,8% en el primer trimestre de 2022, superando el ritmo de crecimiento de finales del año pasado. Todo esto a pesar de la política de cero COVID del país, que mantuvo a millones de personas confinadas en sus casas y obligó al cierre de fábricas y puertos.
Estas medidas de aislamiento están influyendo negativamente en la cadena de suministro de alimentos interna, poniendo en peligro la propia salud de sus habitantes. La dieta de la mayoría de chinos depende de los productos frescos y la carne, y los adquieren en su mayoría en los mercados húmedos, muy vulnerables a las interrupciones de suministros.
Pero no es sólo un problema interno. China ha cerrado dos de sus tres mayores ciudades: Shanghái, un centro financiero mundial y Guangzhou, una enorme ciudad de fabricación y distribución. Ambas albergan dos de los mayores puertos del mundo.
Con el cierre de estas dos ciudades se estima que al menos 373 millones de personas se hayan visto afectadas. Pero los bloqueos no sólo mantienen a las personas en casa, también mantienen productos chinos atascados en almacenes y contenedores en muelles inactivos.
Cuando se reinicie la economía habrá una oleada de contenedores procedentes de China inundando los puertos de todo el mundo. Y se volverán a ver muchos de los problemas de la cadena de suministros con los que nos familiarizamos a principios de la pandemia. Los bloqueos en China han tenido un gran impacto en bienes de consumo como la electrónica y los suministros para la construcción.
Una vez finalicen los bloqueos, muchas empresas se esforzarán por ponerse al día con sus pedidos de importación. Eso se traducirá en tarifas más altas para los contenedores de envío y más barcos acumulados en los puertos.
Cuanto más tiempo permanezca China fuera de servicio, mayor será el impacto en las cadenas de suministros mundiales. Además de frenar la producción china, los bloqueos pueden perjudicar a la producción y distribución en el resto de países dependientes del comercio con China.